miércoles, 8 de agosto de 2007

El carnaval de Bogotá- Crónica



Así es en realidad nuestra colorida capital.


No entiendo porqué hay personas que todavía se empeñan en decir que Colombia es un país sin escrúpulos, un país violento y echado para atrás. Como buena colombiana tengo una esperanza, algún día encontraremos la paz anhelada por todos. Sin embargo esas desdichas se desvanecieron al bajarme del carro y oír las timbas, las trompetas y redoblantes de la banda parroquial San Martín de Porres. Hacia un día horrible, intentaba llover y el cielo estaba totalmente nublado pero los mil disfraces, las impactantes carrozas y la constante sonrisa de todos aquellos que presenciaban el espectáculo hicieron que Bogotá brillara de alegría y folclor.

El penetrante sol del medio día le dió al carnaval de Bogotá el único ingrediente que le faltaba. Ahí me encontraba yo, en la esquina de la Avenida Jiménez viendo como las 60 comparsas pasaban, las personas bailaban, y aunque mojadas por el aguacero que horas antes había caído, el ánimo crecía en vez de descender.
Fue en ese momento cuando vi la comparsa mas interesante, eran obreros colgados de una reja y mientras reían, la golpeaban haciendo una percusión increíblemente coordinada. Sus disfraces, la idea que transmitían y el compromiso con el que lo llevaron a cabo captó mi atención y se ganó mi simpatía.
Siguiendo ésta comparsa la Avenida Séptima se iluminó de nuevo. Con el apoyo de la alcaldía de Bogotá la comparsa de travestís y gays. Sus extravagantes atuendos, exagerado maquillaje y tacones altísimos llamaron la atención de muchos. Unos encerrados en jaulas, otros sin ropa, mostrando un fantástico arte corporal y algunos interactuando con el público le dieron un color distinto a las frías calles de la ciudad.


Miré mi reloj y me di cuenta que era hora de almorzar cuando el irresistible aroma de Mc Donalds me atrapó. Hice una fila de veinte minutos para poder almorzar, y mientras lo hacía me cercioré de estar en una mesa donde pudiera seguir de cerca lo que sucedía en ese entonces por la Avenida principal. Una vez más empezó a llover, una lloviznita absurda, de ésa que no se ve pero moja. Esto no impidió al público seguir disfrutando del espectáculo. La siguiente comparsa traía exóticos vestuarios, y unas carrozas gigantescas, con la forma de la luna y el sol. Hacían un ruido difícil de imaginar, tal vez por eso lograron captar la atención de todos. La multitud crecía con el pasar de las horas, y el flash de las mil cámaras me ponía nerviosa, ya casi no veía, pues la cantidad de gente que se encontraba en ése momento en la Avenida Séptima es difícil de explicar. Después de ver algunos grupos más decidí marcharme, la fiesta continuaría en el Parque del Renacimiento o algo así escuché, sin embargo mi único deseo era quitarme las medias mojadas, por eso mi día concluyó ahí.
Recurro a mi pregunta inicial, cómo es posible que queden personas que resalten los defectos de Bogotá, o en si de Colombia, haciendo énfasis en la contaminación, la violencia y la inseguridad, si lo que sobra en Colombia es la gente linda, gente que anhela un cambio, personas con un corazón inmenso que muestran a través de sus bailes el orgullo de ser colombiano.







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